En este artículo quiero compartir contigo cómo podemos aplicar los principios del Mindfulness en nuestra sociedad. ¡Estate atento y toma nota!
1- ACEPTACIÓN.
Es el primer y más importante principio budista. Muchas veces el sufrimiento proviene de la no aceptación de lo que es. Lo que nos hace daño no es la realidad, sino nuestras expectativas sobre ella. Pretender que las cosas o las personas sean distintas a como son, nos vuelve protestones y amargados. Aceptar no quiere decir que te guste, sino que dejas de pegarte con lo que es y desde ahí actúas y cambias lo que está en tu mano.
Jorge Bucay en su libro “Cuentos para pensar” dice tres afirmaciones que nos pueden ayudar a interiorizar este concepto: “La realidad es la que es. Yo soy quien soy. Tu, eres quien eres”.
Esta actitud no es derrotista en absoluto, ya que el cambio solo es posible cuando aceptamos plenamente la realidad y desde ahí, actuamos. En lugar de intentar cambiar el mundo para ajustarlo a nuestros pensamientos de como “debería” ser, podemos cuestionar estos pensamientos y, mediante el encuentro con la realidad tal cual es, experimentar una felicidad y un gozo inimaginables.
2- NO JUZGAR.
Asumir la postura de un observador imparcial, sin juicios mecánicos, dicotómicos y etiquetas que nos conducen a posturas precipitadas y poco flexibles. Aplicar este concepto supone tratar a los demás como nos gustaría ser tratados a nosotros, ser flexibles, comprensivos y estar abiertos a otras formas de pensar y de interpretar la realidad.
3- PACIENCIA.
Una virtud que peca por su ausencia en Occidente y que debemos aprender. Vivimos en un mundo frenético que exige resultados inmediatos y tener todo bajo control. Además de irreales, esas pretensiones son dañinas. Necesitamos saber, conocer los resultados, y sufrimos mientras esperamos. Por eso, hoy más que nunca, saber esperar es un ejercicio activo de fuerza y coraje. Tener paciencia consiste en tolerar o soportar una determinada situación sin experimentar nerviosismo ni perder la calma. La paciencia nos ayuda a permanecer en nuestro centro.
En las celebraciones navideñas tenemos la oportunidad de desarrollar esta gran virtud: mientras esperamos largas colas para pagar, escuchamos de nuevo el mismo discurso de cada año de nuestro cuñado, aguantamos las bromas sin gracia de los sobrinos y soportamos el tráfico navideño.
4- MENTE DE PRINCIPIANTE.
Se trata de desprendernos de las expectativas basadas en experiencias previas y, manteniendo nuestra mente libre de ellas, abrirnos a ver las cosas tal y como son. Es importante no actuar en piloto automático y disfrutar de cada cosa como si fuera la primera vez. Debemos estar concentrados, con actitud curiosa y abierta en el momento presente, esto nos ayudará a disfrutar mucho más. Los niños tienen una gran capacidad para sacar el máximo jugo a cada situación. ¡Imitémoslos!
5- CONFIANZA.
Este principio del Mindfulness hace referencia a la necesidad de hacernos responsables de nosotros mismos, aprender a escucharnos y confiar en nuestro propio ser.Debemos escuchar nuestras propias sensaciones y respetarnos como seres humanos. Así aprenderemos a cuidarnos y podremos poner nuestros límites. Pretender ser quienes no somos causa un terrible sufrimiento. Quizá no podamos hacer siempre lo que queramos pero siempre podemos no hacer lo que no queremos. Quizá esta actitud choque al principio un poco entre los que te conocen, pero te sentirás mucho mejor y ellos pronto aprenderán a respetar tus límites.
6- NO ESFORZARSE.
El esfuerzo es un concepto opuesto al Mindfulness. Esforzarse implica cambiar algo, esto es contrario a ser paciente y aceptar las situaciones y las experiencias momento a momento. Dejar fluir las cosas y respetar el ritmo natural de estas, nos ayudará a vivir la vida con mayor paz.
7- SOLTAR, DEJAR IR.
Nuestra mente tiende a aferrarse a algunas cuestiones de pasado y nos resulta complicado tramitar los cambios. En Navidad, más que nunca, hay que aceptar que quizá haya personas a las que amábamos que ya no están, parejas nuevas u otras que se han disuelto, hijos que se van de la casa, amigos que se quedan en el camino, cambios en nuestro cuerpo, en nuestro entorno, en nuestro trabajo… Algo muy dentro nuestro quisiera que todo se quedara quieto; así estemos anhelando el cambio, le tememos (¡y mucho más cuando no lo anhelamos!) Pero la vida es impermanencia. Y esa impermanencia es, curiosamente, la que, si trabajamos sobre ella, puede vincularnos con algo inmutable que es nuestro ser interior.
La Ley del desapego budista nos enseña que la vida es un viaje y la única pertenencia con la que viajaremos es nuestro propio ser. El desapego sienta sus bases en la confianza en nuestro potencial, mientras que el apego se basa en el miedo a la pérdida y la inseguridad. Por eso, en el momento en que adoptamos una actitud más relajada y, a pesar de que puede parecer un contrasentido, nos resulta más fácil conseguir lo que deseamos. Para ilustrar este concepto hay una fábula muy enriquecedora:
“Un turista americano fue a El Cairo, con el único objetivo de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuarto muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
– ¿Dónde están sus muebles? – preguntó el turista.
Y el sabio también preguntó: – ¿Y dónde están los suyos?
– ¿Los míos? – se sorprendió el turista -¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!
– Yo también… – concluyó el sabio”.
Todo lo que necesitas para ser feliz lo tienes ya, en este preciso instante. Hasta que no te deshagas de la idea de que la felicidad está en otro lugar, ella nunca estará donde estás tu ahora mismo.
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