Hasta ahora ha existido la idea de que ciertas personas han nacido con un talento innato y son capaces de alcanzar grandes hazañas sin esfuerzo.
Esta idea resulta fantástica para justificar el que si nosotros no hemos llegado a conseguir ningún logro importante no ha sido por nuestra culpa, desidia o desinterés sino porque simplemente no hemos sido “bendecidos”.
Sin embargo, según las últimas investigaciones, esta idea es totalmente falsa: el talento viene determinado en gran medida por nuestros actos y no por nuestros genes.
¿Por qué? Porque el talento tiene que ver con el crecimiento cerebral. Nuestros músculos hacen sencillamente lo que nuestro cerebro les ordena que hagan.
Por tanto, si quieres desarrollar el talento contrúyete un cerebro mejor mediante la práctica intensiva.
Para que esta practica te ayude a desarrollar tu talento hay que tener en cuenta que hay dos tipos de habilidades: habilidades duras y habilidades blandas. Las primeras son aquellas que se ejecutan siempre de la manera más rigurosa, precisa y correcta posible. Un ejemplo de habilidad dura sería el saque de tenis.
La precisión importa, sobre todo al principio porque al cerebro se le da bien construir conexiones pero no deconstruirlas. Avanza despacio, practicando un solo movimiento antes de pasar al siguiente.
Las primeras repeticiones son como la huella de los trineos en la nieve virgen: en las siguientes ocasiones nuestro cerebro tenderá a seguir esa guía.
Las habilidades blandas, en cambio, son aquellas que nos permiten alcanzar un resultado de varias maneras posibles. Aquí entrarían la estrategia a seguir durante un partido, las habilidades de un cómico para hacernos reír,…Para desarrollar estas habilidades tendremos que construir un software cerebral ultra rápido y éste se consigue practicando en entornos distintos, jugando, explorando…
¡No te preocupes por cometer errores, es la manera más rápida de aprender!