¿Sabías que ser perfeccionista es un camino directo para acabar sufriendo ansiedad? Si quieres saber porque el perfeccionismo no te conviene sigue leyendo.
En la sociedad actual, la familia y otras instituciones directa o indirectamente, nos adoctrinan de tal forma que llegamos a dar como ciertas ideas que nos hacen mucho daño. Pensadores y escritores de todos los tiempo, entre ellos Fromm, Reich y otros, han intentado demostrar que sólo un cambio de perspectiva en las ideas o en la filosofía básica puede llegar a reducir la tendencia neurótica de los hombres y mujeres actuales.
En un intento de ir más allá de estos pensadores y aplicar la filosofía al mundo práctico y real, quiero intentar en este artículo desmontar la idea tan socialmente aceptada de que para ser valioso hay que destacar en todo lo que hagamos e intentar superarnos en todos los aspectos posibles. El perfeccionismo y la búsqueda de la superación constante, es una de las causas más relacionadas con el estado ansioso de una persona.
¡Toma nota de porque ser perfeccionista no te conviene!
1- Los perfeccionistas no ven el coste de sus acciones, solo los beneficios.
La vida está hecha para saborear los placeres que nos ofrece, no sólo para la lucha y el esfuerzo. Debemos mantener un sano equilibrio entre las obligaciones y las actividades gratificantes porque si no enfermaremos. Si nos centramos sólo en conseguir metas, nos perderemos esos detalles que hacen que la vida merezca la pena: saborear despacio una taza de café caliente, una caricia de tu hijo, las conversaciones con una amiga, un paseo al atardecer,…
2- El perfeccionismo tiene la función de controlar la incertidumbre, lo cual es imposible.
El pensamiento inconsciente que yace de base es que si yo me esfuerzo al máximo posible y hago las cosas “perfectas” voy a poder controlar lo incontrolable, lo cual es falso. Hay cosas que dependen de nosotros, pero muchas otras no están en nuestra mano. Me refiero a las que dependen de otros o de algo más grande (llamémosle Dios, destino, Karma,…). Sólo podemos ocuparnos de las nuestras. Intentar cambiar aquello que se nos escapa, produce un gran desgaste y no se consigue nada. La aceptación de las personas y de las circunstancias que nos depara la vida es lo que nos reporta más paz.
3- Nos merecemos el amor de otros por nuestras cualidades personales y no por nuestros logros.
Mucha gente piensa que si es muy competente, capaz y destaca en muchos aspectos, será admirada y querida, lo cual no es cierto. Está bien querer destacar en el trabajo, un deporte o una actividad artística, pero cuando se convierte en una obsesión y nos exigimos “tener” éxito, nos convertimos en víctimas de nuestra propia ambición, ya que si no lo conseguimos nos sentiremos fatal.
La filosofía del éxito también confunde el valor intrínseco de uno mismo con el valor que nos dan las demás personas. Si nos valoramos según la mirada de otros seremos muy vulnerables, ya que si no obtenemos el reconocimiento externo vamos a sentir que valemos poco. Es mejor asentar nuestra autoestima en nuestras propias cualidades personales; son valores más sólidos en los que si podemos trabajar.
A veces, unos padres demasiado exigentes nos hacen aprender en la infancia que “solo si somos perfectos nos van a querer”.
4- Además, aunque destacar y tener éxito nos aporta ventajas reales en nuestra sociedad( ganar más dinero, tener más reconocimiento social, una casa mejor…), la energía que nos consume muchas veces genera una tensión excesiva y nos forzamos a nosotros mismos más allá de nuestras posibilidades, con la consiguiente aparición de enfermedades psicosomáticas.
5– Por otra parte, el perfeccionismo nos hace estar constantemente comparándonos con los demás y luchando por ser los mejores. El desgaste físico y psíquico será inevitable.
6- Teniendo en cuenta que el objetivo último de la vida de la mayoría de las personas es ser felices, lo más saludable es descubrir que cosas hacen nuestra vida más agradable, independientemente del resultado. Nuestra existencia es relativamente corta y no debemos malgastarla en obtener un reconocimiento que en la mayoría de las ocasiones nunca llega.
7- Agradecer nos ayuda a poner el foco en lo que tenemos y nos permite disfrutar de aquello que es.
Los budistas han sabido darse cuenta de que no por tener más cosas o superarnos constantemente llegaremos a ser más felices. Al contrario. El deseo nos hace poner la mirada en aquello que no tenemos, en lo que nos falta. Nos percibimos incompletos y la búsqueda de tener más y más cosas nos mete en una rueda de la que resulta imposible salir.
8- Hay que centrarse en disfrutar de cada paso del camino y no sólo en alcanzar un resultado.
A menudo, los pequeños avances nos reportan más satisfacción y felicidad que la meta en si misma. Avanzar paso a paso hacia algo que nos importa nos llena de satisfacción y felicidad.
“Es lo que pasa con los sueños, cuando empiezas a caminar por el camino que has sabido trazar despacio, no hace falta haber llegado para sentir la felicidad de haberlo conseguido”. El principito
9- Admitir los errores y confusiones como parte del camino de aprendizaje y permitirnos practicar aquello en lo que deseamos mejorar es la mejor opción.
Sin duda, nos reportará más satisfacción con nuestra vida. Cometer errores es natural e inevitable en aquel que está haciendo cosas nuevas. Los niños aprenden a andar a base de caerse. Hay que ser humilde y sacar un aprendizaje que lo que nos ocurre. Es la única manera de ir superándose.
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Artículo escrito por Silvia Quílez, Coach de Salud y Bienestar/ www.silviaquilez.com